texto nº 2.

El hombre es el protagonista activo en el proceso de comunicación lingüística en su doble dimensión: de recepción y de creación. El desarrollo de su capacidad lingüística depende en gran medida del intercambio comunicativo con los demás. Cuando leemos, cuando escuchamos o cuando vemos algo se aprende lengua. El dominio del discurso en diversas situaciones es una responsabilidad de nosotros mismos.

Si el hombre no toma conciencia de que debe tener conocimientos en las diferentes materias y además tener la capacidad de utilizar el lenguaje como instrumento de representación y de conocimiento, el nivel o grado de comunicación se ira perdiendo rápidamente.

El dominio de la lengua hablada es una condición previa para dominar la lengua escrita. Las deficiencias en la primera acaban reflejándose en la segunda. En cualquier caso, lenguaje oral y lenguaje escrito se apoyan mutuamente, lo que obliga a plantear su enseñanza y aprendizaje.

Debemos tener presente que en nuestra niñez ya debemos ser capaces de dominar las relaciones entre sonidos, fonemas y grafías. Se trata de un conjunto de relaciones cuyo conocimiento debe consolidarse en esta etapa, en estrecha dependencia de la función comunicativa de la lengua y en relación con los dos ejes fundamentales de comprensión y de expresión. La enseñanza de la escritura ha de afirmar y desarrollar los elementos de selección, anticipación, planificación y estructuración de los mensajes, elementos que, presentes también en las creaciones orales.

El dominio de la lengua escrita debe permitir descubrir las posibilidades que ofrece la lectura, y la escritura, como fuentes de placer y de fantasía, de información y de saber.

Aprender lengua supone el conocimiento de los principios gramaticales básicos entendidos como conocimientos sistemáticos de las clases de palabras, de las combinaciones posibles entre ellas y de las relaciones de estas expresiones con los significados.

Siempre hay que considerar que la lengua va a ser el instrumento primero durante toda la vida.